martes, 15 de diciembre de 2015

INSPIRACIÓN






Cuando no escribo
me siento muerta.
Cuando la inspiración no besa mi frente
y la mano no recoge los pétalos
de la fantasía,
siento los labios secos y los senos vacíos.

El vientre, donde brotan las flores sencillas,

parece un junco quebrado
y la lluvia, que recorre mi sangre en versos,
se llena de un cieno color de aceituna.

Nada es importante, cuando no escribo.

No late el corazón en mi pecho.
En el bosque, al que suelo viajar
cuando estalla la primavera del polen,
cae la nieve
y un auto viejo destroza las lilas del día.

Miro a lo lejos y no hay nada:

sólo el humo de un vapor asustado,
el carbón negro de un tren vacío
y una mariposa con el ala rota.

Cuando no escribo,

la gente no ama con el amor que deseo
ni el viento trae el olor que me gusta.
Los abrazos no tienen un corazón que les impulse
ni la sangre la pasión del joven en la hierba.

En la ciudad se pronuncia un nombre: Olvido;

y los habitantes de los pueblos interiores
preguntan de qué color es el mar que no han visto.

Pero, cuando escribo, llegan los besos más fuertes
y el aroma de las caléndulas
transforma en polvo una canción delicada.

Entonces, la nieve se derrite

y un sol hermoso ilumina las cumbres más altas.

(De mi libro Meditación de la derrota )

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