lunes, 28 de diciembre de 2015

DESCANSO





A veces hay que hacer un descanso;
dejar de preparar el corazón
para que quepan en él más mariposas;
dejar de hacer las camas;
dejar de comprar el pan al panadero de la esquina;
dejar de beber whisky;
dejar de buscar un trozo de reloj entre los excedentes
de las emociones.

Hay que hacer un descanso y tener hambre
de savia nueva, de sueños reanudados,
de bocadillos de andenes y tranvías;
y viajar hasta allí,
donde somos nosotros los que estamos
y ver lo que somos, cuando aquí no somos nada;
la sonrisa, el futuro esplendoroso que hace
vibrar los instrumentos de la magia;
saber que allí están nuestras cosas;
aquellas por las que luchamos sin descanso;
el oxígeno que nos permita respirar a gusto
entre los cementerios de automóviles,
el vestido rojo que cosimos en una ciudad desconocida;
los versos inspirados en la irisación del horizonte.

Volver a vivir; volver a pronunciar
el nombre de mi abuela.
Y después, cuando recuperemos nuestras fuerzas,
regresar a nuestras obligaciones;
dar de comer al gato negro;
planchar la ropa de mi padre;
recolectar artículos de periódico
en los que se habla de la absolución de un condenado;
y saber que hay otra vida allí,
tras esa luz oculta por los árboles,
en donde habita el pájaro más bello.


( De mi libro La isla que no es )

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