martes, 15 de diciembre de 2015

INFANCIA








Hubiéramos deseado
una infancia distinta,
una mano más blanca que la luna.
Pero nos ha tocado la cabeza
la irremediable sombra
que azota, con su sed, nuestros anhelos.

Qué pecado hubimos
de cometer. Aún nos duele
el recuerdo de esa vida
en la que nunca
solíamos beber el dulce néctar
de los besos
ni tocaban, los ojos,
los rayos tibios del amor.

Tal vez, por eso, ahora padecemos
este dolor que asciende a nuestra alma
como serpiente cruel.
No todos os salvasteis
de su huella indolente
pero yo sí lo he hecho,
a pesar de esta carga
que parece pesada y dolorosa.


( De mi libro El don de la batalla )

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